28 ago 2007

La Entrada

Quien sabe cómo, o cuándo, o dónde. Quién sabe muchas cosas, y sabe todo, por lo que no sabe nada.
Nada sabe a lo que Hor come, ese sabor que es indescriptible e insaboro para los que somos. Hor es quien es, Hor solo está en este lugar, y nadamás.

Empezó saliendo, huyendo de una mentira, huyendo de sus sueños y sus pesadillas. A veces las recueda como bagos instantes con estructura y emoción. A veces lo hace con mucho miedo, como si despertara con un fantasma en la cabeza que lo estubiera torturando.

De Hor no hay mucho que hablar porque él no habla, susurra, y de él no queda mucho al menos no de su pasado. De su presente sólo se acuerda que vive por esa inercia que lo sigue persiguiendo. Se sabe dentro de un lugar al que no recuerda o que quizás se modifica a su paso, él lo modifica y la casa está viva porque él está alli. Su asolación lo ha vuelto algo diferente, lo ha transformado, ya no habla, sólo susurra cosas hermosas e indescriptibles para los que somos, para los que lo podemos oir a lo lejos, como un susurro ínfimo del viento cuando choca entre si, muy tenue, muy melódico, como el choque de dos estrellas en el infinito, como el sonido que cruzó el todo, y al fin, despues de una infinidad de tiempo, se llegó a escuchar, con la menor fuerza posible, como el susurro de Hor, que apenas se oye.

En esta casa las cosas pasan como en un laberinto, como en un lugar en el que no hay salidas. No entras a menos de que puedas entrar, y sólo pude entrar el que ya está adentro de ella. Sólo Hor puede estar en ella. Yo solo lo buscaré, porque quizas esté demaciado solo alli adentro, o porque quizas él sepa como salir de este sitio.

Yo no soy Hor

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